7.2.12

Apagón mental

Hace varios días que quiero escribir todo lo que se me ocurre. Tengo muchas ideas dando vueltas en mi mente, ideas que tienen que ver con futuros cuentos, relatos, comentarios, quejas, entre otros. Son, en definitiva, ideas que pueden desencadenar en un (lindo) texto. El problema es que cada vez que quiero "plasmar esas palabras en la hoja" (o lo que en este caso sería: escribir frente a la pantalla y publicar en el blog), siento que todo lo que comienzo a escribir no suena lindo, no queda bien, no es lo que me imaginaba; en fin, no le veo sentido.

"Borrón y cuenta nueva". 
Cambio la idea o el motivo que me impulsó a escribir esto o aquello. 

"Borrón y cuenta nueva". 
Indecisión.

Borrar,
borrar,
borrar.


Nota: La humedad y el calor no me dejan crear. Tendré que hacerle caso a Liniers.




29.12.11

Con permiso para la vagancia


Después de todo, hasta la RAE avala la vagancia ya que, según esta entidad, las vacaciones se refieren al "descanso temporal de una actividad habitual, principalmente del trabajo remunerado o de los estudios", y descansar es justamente dormir o reposar para reponerse del cansancio... La clave está en no tomárselo tan a pecho... No, esperen... ¡La clave está en tomárselo a pecho!



27.12.11

Diciembre apocalíptico

Al parecer,  la última semana de diciembre es la mejor del año. La gente parece haberse tatuado una sonrisa en la cara, y no hay una sola persona que se prive de las típicas frases como "Felices fiestas", "Felicidades", "Que la pase(n) muy lindo", "Que tenga(n) una linda navidad y un próspero año nuevo", etc. etc. etc. Todos parecen ser extremadamente amables y respetuosos... ¿Sinceridad pura o pura cortesía?

Esta es la semana de la locura: gente por toooodooos lados; colas en cuanto negocio, bar, shopping, local, estacionamiento, caja, cajero, supermercado, semáforo, colectivo encuentres; precios por las nubes; ofertas berretas; adultos desesperados por la comida; niños que esperan la llegada de Papá Noel y, con él, los regalitos taaaan ansiados: premios que reciben por el simple hecho de haberse "portado bien"; periodistas y médicos que recomiendan NO usar pirotecnia; falsos Santas por las calles de la city*; nutricionistas que recomiendan no tirar la chancleta en la última semana del año y cuidarse en las comidas/bebidas; películas navideñas sobre padres que se olvidan a sus hijos, niños que luchan por un regalo, familias felices comiendo alrededor de una mesa repleta de comida, adultos que buscan una familia con quien pasar las fiestas, parejas escapando de sus suegros, y... (Sr. lector, usted complete la lista).

Es así, la semana del 24 al 31 de diciembre parece ser el Apocalipsis.

La verdad es que el 24 te sentás a la mesa, comés, compartís con todos una anécdota graciosa, respondés la típica pregunta de la abuela o de la tía que no recuerda aquello que le explicaste mil veces durante el año, jugás con los más chiquitos de la flia., abrís regalos y (si no te gustan) disimulás con un simple: "¡Qué diviiiiiiiinooooo!", te reís, mirás a cada rato el reloj para controlar que no se te pase el momento del brindis, te acordás de los que no están y dejás que se te pongan los ojos vidriosos por unos segunditos, salís a ver los fuegos artificiales, no podés creer que ya estés festejando navidad una vez más; abrís los ojos y así, como por arte de magia, tu calendario te recuerda que ya es 31 y tu reloj te apura para llegar a la cena familiar; revivís lo del 24, con la diferencia de que no abrís regalos... Son las 00:00hs, levantás la copa y pensás en lo que vendrá y en lo rápido que se pasó el año...

No quisiera caer en el cliché, pero... ¡FELICIDADES PARA TODOS!




*Sres. comerciantes: Recuerden que NO estamos en el Gran País del continente americano; acá en el Sur la Navidad se festeja con 40º C, ténganlo presente el próximo año cuando quieran darle el trajecito rojo y blanco a sus empleados. Gracias.

12.10.11

Mezcla de sosiego y vorágine

Siempre el mismo recorrido, las mismas calles, las mismas casas, los mismos autos, los mismos negocios, la misma gente. Siempre, desde hace mucho tiempo.

Camina unos pasos, llega a la esquina, cambia de calle y comienza a recorrer la calle de la gran pendiente; en lugar de bajarla, la sube, por lo que tiene que realizar un esfuerzo para seguir caminando.

               s 
                                                                                     e      t
                                                                                   u           a,
                                                                                c                pero
                                                             pendiente                   uno  
                                                           la                                           termina    
                                                   Subir                                              acostumbrándose.

En la calle de la pendiente sabe que encontrará al señor que usa chaquetilla anaranjada y cuida los autos. Un señor petisito que causa mucha ternura; tiene cara de hombre noble. Siempre come sentado en un cajón de madera, sí, el mismo cajón de madera en el que se guardan las frutas. Usa una gorra para protegerse del sol. Todos en la cuadra lo conocen. Si pasás a la mañana, lo vas a ver hablando con el encargado de uno de los edificios y con el señor de la oficina. Siempre se juntan los tres a charlar e intercambiar opiniones sobre distintos temas: clima, fútbol, política, noticias internacionales, chismes del barrio... Nunca los escucharon hablando de mujeres...

Sigue caminando y llega a la otra esquina, por suerte acá se termina la pendiente. Cruza la avenida y camina por la calle que la corta. Cuando llega al semáforo, percibe la locura de la ciudad. En la cuadra de la pendiente todo era tranquilidad y silencio. No pasaban autos, no se escuchaban bocinas, no pasaba nada de todo eso...




                                                                                        

6.10.11

Hoy: Buscar departamento

Bueno, la cosa es así... resulta que se me vence el contrato a fin de mes y, después de haber renovado varias veces el papelito que certifica que me quedaré en el inmueble, decidí mudarme. Más adelante explicaré el motivo.

Daia: - Hola. (Al Sr. Diariero del puestito de diarios y revistas de acá a la vuelta).

Sr. Diariero: Hola. (Acto seguido: mirada expectante).

Daia: - Eeehh, ¿tiene La Voz?

Sr. Diariero: - Sí.

Daia: - Bueno, lo llevo.

Pago y me voy a mi casa esperando sentarme tranquila con una birome roja en la mano (la birome roja resalta en los clasificados, casi tanto como las correcciones de los profes en los exámenes; ¿la birome roja te da poder? Me fui por las ramas). Bueno, como decía, espero sentarme tranquila con una birome roja en la mano y comenzar a leer varios avisos de los que gentilmente ofertan sus propiedades.

Leo uno, otro, otro, otro, otro, otro y otro más... Y sigo leyendo.

(Nota: Leer los clasificados te lleva tanto tiempo como leer blogs; la diferencia está en que no es el mismo entretenimiento, pero por lo menos leyendo los avisos chiquititos, chiquititos del diario -¿Por qué el tamaño de la letra es tan microscópico? ¿Seré la única que fue privada de la visión sin ayuda?- uno se entera de lo que tienen los que ofertan, de lo que piden, de lo mucho o poco que puede entrar en un inmueble y, lo que a mí más me llama la atención es la cantidad de HORRORES ortográficos que tienen los que intentan convencerte de vivir en su propiedad: a esos ni los marco, por más que sean los mejores dptos. Aviso con errores = dueño que no merece mi colaboración monetaria a fin de mes).


Después de marcar los que más te convencen, empieza la verdadera odisea: llamar a cada uno, preguntar cuánto piden por el alquiler, cuánto se paga de expensas, cuánto de impuestos y un par de cositas más que te interesen saber.

Primera llamada:

Daia: - Hola, sí, mirá te llamo por un dpto. en (calle en la que está ubicado).

Receptor: - Ya está alquilado.

Tu, tu, tuuu...

Muy amable el Receptor de la primera llamada. Si empezamos así...

***

Segunda llamada:

Daia: - Hola, sí, mirá te llamo por un dpto. en (calle en la que está ubicado).

Receptor: - Sí, bueno, te cuento... Blah, blah, blah... (Te piden mil cosas que son imposibles de pedir para ese dpto. de morondanga).

Daia: (Quedátelo nomás ¿sabés?, lo vas a alquilar el día que las vacas vuelen, ¡Payaso!)

***

Miro el diario, miro mi cuadernito en donde tengo anotados los dptos. que conseguí mientras caminaba mirando hacia arriba, tratando de detectar un cartel con la frase "Se alquila" seguida de un par de números que indicaban el teléfono al que tenía que llamar. Sigo mirando las anotaciones en rojo, los círculos... Miro y no veo nada. No me decido, todos me parecen lo mismo. Ya no me dan ganas de seguir buscando. En ese momento me invaden unas ganas terribles de quedarme en el mismo dpto. de hace años.

***

Ya perdí la cuenta de las llamadas, pero acá va otra.

Daia: - Hola, sí, mirá te llamo por un dpto. en (calle en la que está ubicado).

Receptor: - Ah, sí, sí, bueno ese tiene blah, blah, blah... Por mes sería blah, blah, blah...

Daia: - ¿Podría verlo?

Receptor: - Sí, mirá a ese lo estoy mostrando a las (hora).

Daia: - Bueno a esa hora estoy ahí.

Receptor: - Listo, nos vemos ahí. Chau.

Daia:  - Chau. (Al fin puedo ver alguno).

Y este es el momento en el que te llenás de dudas y empezás a pensar que el dpto. debe ser una porquería o debe tener algo ¡¡¡porque encontraste uno para ver!!! Pero vas igual y decís: "No, seguro que le entregaron la llave hace poquito y por eso todavía nadie lo alquiló".

Acá empieza la segunda odisea: entrar a todos los edificios a los que te mandan, tratar de chusmear lo que más puedas del edificio y detectar qué tipo de personas viven ahí y si tiene o no problemas de agua, luz, humedad, espacio, ruidos, perros, viejos ortivas que no quieren vivir en el mismo piso (y hasta en el mismo edificio) que los estudiantes, seguridad, luz solar, ventilación, antigüedad y podría seguir pero son tantas las cosas que uno tiene que tener en cuenta cuando busca un nuevo techito que me estreso de sólo pensarlo.

Vuelvo a preguntarme por qué se me ocurrió mudarme y recuerdo que hace un par de años decidí irme a vivir sola (no dije "independizarme", dije "vivir sola"; léase que decidí no vivir más con una amiga y quise "armar rancho aparte"). Muy linda la convivencia conmigo misma, pero eso lo comentaré en otra entrada. Este año cambiaron un poco las cosas y, debido a que mi hermana comenzó su vida universitaria, dejé de vivir sola. El dpto. quedó chico para las dos y mis viejos aceptaron no renovar más el papelito. "Busquen otro dpto.", dijeron. Y por la segunda persona plural del modo imperativo, entiéndase la segunda persona singular del mismo modo cuyo sujeto es "Daia". (Debe ser la responsabilidad que tienen los  hermanos mayores).

Seguimos en la búsqueda... Ya encontraremos algo.

-Todavía tienen unos días hasta que se venza el contrato), dijo Eze, un chico de una inmobiliaria.

Lo miré y pensé: "¿unos días?, ¡¡¡unos díaaaassss!!!" Eso significa que la odisea no se termina, que continuará por "unos días" más...

AVISO: Buscar departamento NO es tarea fácil. #yoteavisé



5.10.11

It's a fact!



El tiempo que uno pasa leyendo las palabras que un (des)conocido escribe en un blog, 
¡NO es tiempo perdido!



¿Habrá sucedido? Tal vez en algún lugar, en algún momento

Hace mucho tiempo, ella y él eran amigos, muy buenos amigos.

Los que saben, cuentan que ella, con el tiempo, llegó a enamorarse de él. Él siempre lo negó; decía que eso no podía ser posible, que sólo eran amigos. Ella sabía que no podían ser más que eso: amigos. La amistad no era un problema; para ellos ser amigos estaba bien (y más que bien también).

Ambos disfrutaban su amistad, se llevaban muy bien. Disfrutaban esas conversaciones en las que intercambiaban saberes culturales. Ella era más grande que él y sabía muchas cosas que él desconocía. Podría decirse que ella era su profesora en cuestiones culturales, aunque esa frase suene medio cursi. Él era muy alegre, tal vez no haya sido tan cultural como ella, pero disfrutaba mucho (muchísimo) de sus charlas. Su espontaneidad le robaba sonrisas a ella. Disfrutaban mucho estando juntos. Inventaban apodos y palabras (hasta podría decirse que tenían su propio idioma); intercambiaban ideas, saberes culturales, conocimientos; leían; cantaban (ella tocaba la guitarra, él le ponía letra a esas simples melodías); se complementaban; compartían más de lo que comparten los amigos.

Se acompañaban en todo momento, se hacían muy bien...

***

Pasaron los días, los meses y los años. Dejaron de verse. Crecieron. Se volvieron adultos (no, viejos no, adultos). Cada uno siguió con sus vidas, con sus cosas.

No viven más cerca. No se juntan más a charlar sólo porque sí.

De vez en cuando se escriben algún que otro mail: "Hola, ¿cómo andás?, ¿qué es de tu vida?" Un par de líneas sobre la rutina de cada uno. "Un beso muy grande. Cuidate. Te quiero mucho. Espero verte pronto".

***

Él la extraña, ella no lo sabe. Él tiene ganas de que se vuelvan a juntar y de que compartan la cotidianeidad del pasado, aunque sea por un día. Aquella era una amistad muy linda y muy distinta a la que ambos habían tenido y tienen con otras personas.

¿Volverán a juntarse? Tal vez en algún lugar, en algún momento...