Camina unos pasos, llega a la esquina, cambia de calle y comienza a recorrer la calle de la gran pendiente; en lugar de bajarla, la sube, por lo que tiene que realizar un esfuerzo para seguir caminando.
s
e t
u a,
c pero
pendiente uno
la termina
Subir acostumbrándose.
En la calle de la pendiente sabe que encontrará al señor que usa chaquetilla anaranjada y cuida los autos. Un señor petisito que causa mucha ternura; tiene cara de hombre noble. Siempre come sentado en un cajón de madera, sí, el mismo cajón de madera en el que se guardan las frutas. Usa una gorra para protegerse del sol. Todos en la cuadra lo conocen. Si pasás a la mañana, lo vas a ver hablando con el encargado de uno de los edificios y con el señor de la oficina. Siempre se juntan los tres a charlar e intercambiar opiniones sobre distintos temas: clima, fútbol, política, noticias internacionales, chismes del barrio... Nunca los escucharon hablando de mujeres...
Sigue caminando y llega a la otra esquina, por suerte acá se termina la pendiente. Cruza la avenida y camina por la calle que la corta. Cuando llega al semáforo, percibe la locura de la ciudad. En la cuadra de la pendiente todo era tranquilidad y silencio. No pasaban autos, no se escuchaban bocinas, no pasaba nada de todo eso...
Esto se llama poniéndole un poco de magia a la realidad
ResponderEliminarAlgo de eso hay... De alguna manera es una forma de ver en la realidad lo que para otros pasa desapercibido. Saludos y gracias por leer!
ResponderEliminar¡Qué momento de la vida, ese en que uno decide emprender el camino de "lo" pendiente!
ResponderEliminar--
(fue lo primero que se me vino a la cabeza al leer)
Es verdad, conozco ese sentimiento... Cuando uno decide que "eso" tiene que dejar de ser una asignatura pendiente, también experimenta una "mezcla de sosiego y vorágine", solo que tiene otro sabor...
ResponderEliminarGracias por haber pasado por acá Mr. Io